El Día Que Todo Cambió

Por Mauro García Forti

El 1 de mayo significa para muchas personas un día de descanso debido a la fiesta del Día del Trabajador, pero para los amantes de la gasolina este día tiene un significado muy distinto.

En esta fecha, treinta años atrás, Ayrton Senna estaba sentado dentro de su Williams FW16 mirando hacia el horizonte desde la recta del Autódromo Enzo e Dino Ferrari de Imola, sede del Gran Premio de San Marino de 1994. La grilla de salida ya estaba formada y por sexagésima quinta vez en su carrera, el astro brasileño había logrado la pole position, otra más para agrandar el récord.

Sin embargo, por la cabeza de Ayrton no pasaban las mismas cosas que en otras ocasiones antes de una carrera y eso se notaba en sus expresiones faciales. La nube oscura de todo lo ocurrido ese fin de semana había afectado en gran manera al tricampeón mundial, porque el día anterior Roland Ratzenberger había perdido la vida en el mismo circuito tras estrellarse a más de trescientos kilómetros por hora contra el muro de la Curva Villeneuve.

El fallecimiento del austriaco dejó a Senna preguntándose si valía la pena correr aquel domingo e incluso el jefe médico de la Fórmula 1 por aquel entonces, el Profesor Sid Watkins, trató de persuadirlo de no competir, diciéndole que a esas alturas de su carrera, habiendo logrado todo lo que podía lograr en el deporte y después de demostrar ser el más rápido, ya podía empezar a pensar en el retiro y en vivir tranquilo el resto de su vida. Pero el héroe de Brasil todavía no podía parar de poner su corazón a más de ciento ochenta pulsaciones por minuto.

De esta manera, ante las tribunas abarrotadas por los “Tifosi” y con la bandera austriaca escondida para dedicarle la victoria al desaparecido Ratzenberger, el piloto de Williams se puso su mítico casco amarillo, se colocó los guantes y activó el motor Renault de su monoplaza. 

Mientras los 10 cilindros en V comenzaban a rugir, en el retrovisor se reflejaban la mancha verde y azul del Benetton y el casco blanco, rojo y azul de ese dolor de cabeza llamado Michael Schumacher.

El alemán se había convertido en una amenaza para la hegemonía del piloto de Sao Paulo, que todavía no había sumado puntos ese año luego de los dos abandonos en Brasil y en Japón. Mientras tanto, el joven teutón había ganado las dos carreras, por lo que si no quería que el cuarto título se le escapara, Ayrton tenía que ganar en Imola fuera como fuera.

Todos los fantasmas y dudas desaparecieron cuando el mago se bajó el visor y el semáforo se apagó. No obstante, la acción no duró mucho debido al monstruoso incidente que ocurrió por detrás, donde varios monoplazas estaban involucrados, posiblemente un mal augurio de lo que estaba por ocurrir.

El Safety Car salió mientras se limpiaba la pista de los escombros y se relanzó la carrera en la quinta vuelta, con Senna liderando y con Schumacher pisándole los talones. El brasileño llevaba su Williams al límite, centrado en no dejar pasar bajo ningún concepto al joven alemán que presionaba todo lo que podía a su rival.

De esta manera, se cumplió la vuelta siete. Ayrton aceleró por la recta de meta y se lanzó hacia la curva Tamburello, un ángulo que los pilotos lo tomaban como la continuación de la recta, ya que no se tocaba el freno en ningún momento, pero a mitad de la curva y a una velocidad de 306 km/h, algo extraño sucedió. El Williams dejó de seguir la línea de la curva, yéndose recto hacia un muro de hormigón que cada vez estaba más cerca. Se oyó un frenazo y después el estruendo del impacto. Y en ese momento, el mundo cambió.

La lluvia no volvió a ser la misma, porque no habría nadie que le susurrara como “Magic Senna” lo hacía. Las calles de Mónaco se quedaron huérfanas, porque Montecarlo todavía tiene su príncipe, pero ese día en Imola perdió a su Rey y la palabra imposible volvió a recuperar su significado, porque él era capaz de reírse en la cara de ese término cada vez que tenía un volante entre las manos. 

La muerte de Senna cambió al deporte y a sus fanáticos para siempre. Muchos no han podido ver nunca más una carrera, otros continuaron, siguiendo su pasión para hoy en día ver una Fórmula 1 mucho más segura. Pero de lo que no cabe duda es que cada vez que el semáforo se apaga, el espíritu del brasileño siempre está presente, porque perdimos a Ayrton el hombre esa tarde en Italia, pero la leyenda nació para vivir por toda la eternidad, con una simple frase en portugués que engloba todo lo que representa.

Sempre, Senna.

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