¿El dinero o la salud? La F1 vuelve a cometer el mismo error

Por Mauro García Forti

Sin ninguna duda, la Fórmula 1 es una de las competiciones deportivas que más dinero genera, además de ser una de las más caras por no decir la más costosa en organizarse. Claro ejemplo de esto es el lujo a la que se la suele asociar, no es nada extraño ver a estrellas de Hollywood, cantantes o supermodelos pasearse por el paddock y los boxes durante un fin de semana de Gran Premio, ya sea para publicitar algo o simplemente disfrutar del espectáculo brindado por los pilotos y las escuderías. 

Y justamente del centro del espectáculo vamos a hablar porque nuevamente la salud de los pilotos y los ingresos de la competición vuelven a estar en posiciones contrarias sobre la mesa. 

Lo vivido en el pasado Gran Premio de Catar ha sido un escándalo que nuevamente le ha pintado la cara de rojo a la organización de la carrera, a la FIA y a la propia competición, porque las imágenes vistas por la televisión han sido embarazosas. 

Luego de esta carrera, el que diga que un piloto de Fórmula 1 no es un atleta de élite, sino un hombre que lo único que hace es “rodar en círculos” está ciego o directamente no tiene empatía, porque la dura prueba física a la que se enfrentaron los veinte corredores no se la desearía a nadie. 

Durante el día de la carrera, en el Circuito de Losail ya caída la noche se registraban temperaturas que superaban los treinta grados, condiciones para nada agradables si tenemos en cuenta que en la cabina del monoplaza la temperatura aumenta una cantidad considerable de grados esto se convierte en un verdadero horno. 

Al fin y al cabo, un Fórmula 1 tiene asiento obviamente, pero este no es igual a los automóviles que encontramos en las carreteras. Mientras que nosotros vamos sentados, el corredor va casi acostado, de modo que en donde apoya la espalda sólo el asiento y la tapa del motor separan su cuerpo de la unidad de potencia que supera los 1000 caballos de potencia y llega a 15.000 revoluciones por minuto, lo cual nos indica que la cabina en esas condiciones es de todo menos un lugar fresco y agradable para estar. 

Por esta razón, los treinta y un grados que había en el ambiente sumados a un setenta y cinco por ciento de humedad y corrientes de aire cálido se convirtieron en sesenta grados dentro de los monoplazas y si ya a las altas temperaturas se le une soportar las fuerzas G en cada curva del circuito durante cincuenta y siete vueltas, lo que tenemos es una tortura física y psicológica. 

Como única arma para combatir el calor extremo, cada piloto tiene un sistema conectado a una botella de un litro y medio de bebida rehidratante para toda la carrera, pero en estos casos, ni siquiera el líquido ayuda. 

De esta manera, vimos a muchos pilotos combatir y sufrir para mantenerse en la carrera. Logan Sargeant se vio forzado a retirarse por un caso extremo de deshidratación. El estadounidense había vomitado dentro del casco y desde hacía varias vueltas le costaba mantener el coche en la pista por lo que avisó a los ingenieros sobre su estado de salud y retiró la máquina. Esteban Ocon también vomitó dentro del casco, pero logró terminar la carrera. Otros como Alonso pedían soluciones para refrescar el habitáculo y sugirió que le echaran un balde de agua por encima, como se hacía en los años cincuenta. Tristemente para el asturiano, esto ya no está permitido y tuvo que soportar el calor. Como consecuencia de esto, al finalizar la carrera vimos que el español tenía el mono empapado de sudor y chamuscado en la zona de la espalda, confirmándose posteriormente que sufrió quemaduras en esa zona. 

Por si esos no fueran suficientes problemas, la imagen más peligrosa la vimos con Lance Stroll. El canadiense estaba sufriendo en sus carnes las malas condiciones de la carrera, llegando en momentos puntuales en perder el conocimiento en varias ocasiones, todo un peligro para su propia seguridad y para la de los demás pilotos. 

Finalizada la carrera, la fatiga en los pilotos era evidente, Alex Albon no podía salir del coche tras sufrir un golpe de calor, Charles Leclerc conversaba con los medios de comunicación con la cara desencajada y Oscar Piastri y Max Verstappen estaban tirados en el suelo de la sala antes de salir al podio, toda una imagen inédita en los últimos años. 

Lando Norris confirmó que la mayoría de los corredores acudieron al centro médico y buena parte de ellos se desmayaron allí, un escenario que no debe repetirse. 

Una vez más, la competición ha antepuesto nuevamente los ingresos económicos a la salud de sus estrellas. Quizá fue un fallo en la organización del calendario al colocar el Gran Premio de Catar en una época en la que no es aconsejable competir por las condiciones climatológicas en el desértico país de Medio Oriente o a lo mejor fue el hecho de que al ser un circuito pensado para motos. El diseño tan agresivo de las lavaderas no estaba pensado para los neumáticos que Pirelli escogió, por lo que la FIA por motivos de seguridad estableció que cada dieciocho vueltas los monoplazas estaban obligados a cambiar las ruedas, cosa que hizo que obligó a hacer tres pit stops a cada piloto y que tuviesen que ir con el pedal del acelerador pisado hasta el fondo durante toda la carrera, empeorando para ellos la situación al no poder gestionar el ritmo de carrera. 

Sea como sea, la Fórmula 1 sigue cometiendo los mismos errores, viéndose seducida por los maletines llenos de dinero y olvidándose por completo de que a pesar de que los competidores tienen una condición física envidiable, siguen siendo seres humanos y en esas circunstancias no se puede practicar esa disciplina sin sufrir físicamente. 

Esta carrera debería haberse retrasado unas horas o directamente no haberse disputado, por los problemas de seguridad con los neumáticos. Por todas estas razones, esperemos que en el futuro la competición se replantee sus prioridades y situaciones como las vividas en el Circuito de Losail queden simplemente como un ejemplo de lo que no se puede hacer. 

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